Confesión ... ¿necesaria?

 

Rembrandt van Rijn, “El regreso del hijo pródigo”; c.1662
 

OF Por supuesto, se le puede pedir a Dios directamente perdonar los pecados veniales de uno, y Él lo hará (siempre que, por supuesto, perdonemos a otros. Jesús fue claro en esto). Podemos inmediatamente, por así decirlo, detener el sangrado de la herida de nuestra transgresión.

Pero aquí es donde el Sacramento de la Confesión es tan necesario. Porque la herida, aunque no sangra, todavía puede estar infectada con "uno mismo". La confesión saca el gato del orgullo a la superficie donde Cristo, en la persona del sacerdote (Juan 20:23), lo enjuga y aplica el bálsamo curativo del Padre a través de las palabras, "... que Dios te conceda perdón y paz, y yo te absuelva de tus pecados ..." Gracias invisibles bañan la herida como —con la Señal de la Cruz— el sacerdote aplica el vendaje de la misericordia de Dios.

Cuando vas a un médico por un mal corte, ¿solo detiene el sangrado o no sutura, limpia y venda tu herida? Cristo, el Gran Médico, sabía que necesitaríamos eso y más atención a nuestras heridas espirituales.

Por tanto, este Sacramento fue su antídoto contra nuestro pecado.

Mientras está en la carne, el hombre no puede evitar tener al menos algunos pecados leves. Pero no desprecies estos pecados que llamamos “ligeros”: si los tomas por luz cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Varios objetos ligeros forman una gran masa; varias gotas llenan un río; varios granos forman un montón. Entonces, ¿cuál es nuestra esperanza? Sobre todo confesión. -S t. Agustín, Catecismo de la Iglesia Católican. 1863

Sin ser estrictamente necesario, la Iglesia recomienda encarecidamente la confesión de las faltas cotidianas (pecados veniales). En efecto, la confesión regular de nuestros pecados veniales nos ayuda a formar nuestra conciencia, luchar contra las malas tendencias, dejarnos sanar por Cristo y progresar en la vida del Espíritu.—Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1458

 

 

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