CONSUMO…
Nuestras vidas son como una estrella fugaz. La pregunta, la pregunta espiritual, es en qué órbita entrará esta estrella.
Si estamos consumidos por las cosas de esta tierra: dinero, seguridad, poder, posesiones, comida, sexo, pornografía… entonces somos como ese meteoro que arde en la atmósfera terrestre. Si estamos consumidos por Dios, entonces somos como un meteoro apuntando hacia el sol.
Y esta es la diferencia.
El primer meteoro, consumido por las tentaciones del mundo, finalmente se desintegra en la nada. El segundo meteoro, cuando se consume con Jesús el hijo, no se desintegra. Más bien, estalla en llamas, disolviéndose y volviéndose uno con el Hijo.
El primero muere, volviéndose frío, oscuro y sin vida. Este último vive, convirtiéndose en calor, luz y fuego. El primero parece deslumbrante ante los ojos del mundo (por un momento)… hasta que se convierte en polvo, desapareciendo en la oscuridad. Este último está oculto e inadvertido, hasta que alcanza los rayos consumidores del Hijo, arrebatado para siempre en Su luz resplandeciente y Su amor.
Y entonces, realmente solo hay una pregunta en la vida que importa: ¿Qué me está consumiendo?
What profit would there be for one to gain the whole world and forfeit his life?
(Mateo 16: 26)