Entonces vi a un ángel que descendía del cielo,
sosteniendo en su mano la llave del abismo y una pesada cadena.
Agarró al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo o Satanás,
y lo ató por mil años y lo arrojó al abismo,
la cual encerró y selló, para que ya no pudiera
descarriar a las naciones hasta que se cumplan los mil años.
Después de esto, se lanzará por un corto tiempo.
Entonces vi tronos; a los que se sentaban sobre ellos se les encomendaba el juicio.
También vi las almas de los que habían sido decapitados
por su testimonio de Jesús y por la palabra de Dios,
y que no habían adorado a la bestia ni a su imagen
ni habían aceptado su marca en sus frentes o manos.
Revivieron y reinaron con Cristo mil años.
(Apocalipsis 20:1-4, Lectura de la primera misa del viernes)
ALLÍ es, quizás, ninguna Escritura más ampliamente interpretada, más ávidamente contestada e incluso divisiva que este pasaje del Libro de Apocalipsis. En la Iglesia primitiva, los judíos conversos creían que los “mil años” se referían a la venida de Jesús nuevamente a literalmente reinar en la tierra y establecer un reino político en medio de banquetes carnales y festividades. Sin embargo, los Padres de la Iglesia rápidamente descartaron esa expectativa, declarándola una herejía, lo que hoy llamamos milenarismo .Continuar leyendo →