Cristo sufre por el mundo, por Michael D. O'Brien
Me siento fuertemente obligado a volver a publicar este escrito aquí esta noche. Vivimos un momento precario, la calma antes de la Tormenta, cuando muchos se sienten tentados a quedarse dormidos. Pero debemos permanecer vigilantes, es decir, nuestros ojos enfocados en construir el Reino de Cristo en nuestro corazón y luego en el mundo que nos rodea. De esta manera, estaremos viviendo en el cuidado y la gracia constantes del Padre, Su protección y unción. Viviremos en el Arca, y debemos estar allí ahora, porque pronto comenzará a llover justicia sobre un mundo que está agrietado, seco y sediento de Dios. Publicado por primera vez el 30 de abril de 2011.
CRISTO HA RESUCITADO, ALELUIA!
EN EFECTO ¡Ha resucitado, aleluya! Les escribo hoy desde San Francisco, EE.UU., en vísperas de la Vigilia de la Divina Misericordia y Beatificación de Juan Pablo II. En la casa donde me alojo, los sonidos del servicio de oración que tiene lugar en Roma, donde se rezan los misterios luminosos, fluyen hacia la habitación con la dulzura de un manantial y la fuerza de una cascada. Uno no puede evitar sentirse abrumado por la Frutas de la Resurrección tan evidente como la Iglesia Universal ora al unísono antes de la beatificación del sucesor de San Pedro. los industria de la Iglesia, el poder de Jesús, está presente, tanto en el testimonio visible de este acontecimiento, como en la presencia de la comunión de los santos. El Espíritu Santo se cierne ...
Donde me estoy quedando, la sala del frente tiene una pared llena de iconos y estatuas: San Pío, el Sagrado Corazón, Nuestra Señora de Fátima y Guadalupe, Santa Teresa de Liseux…. todos están manchados de lágrimas de aceite o de sangre que les cayeron de los ojos en los últimos meses. El director espiritual de la pareja que vive aquí es el P. Seraphim Michalenko, vicepostulador del proceso de canonización de Santa Faustina. Una foto de él conociendo a Juan Pablo II se encuentra a los pies de una de las estatuas. Una paz tangible y la presencia de la Santísima Madre parece invadir la habitación ...
Y así, es en medio de estos dos mundos que les escribo. Por un lado, veo lágrimas de alegría caer de los rostros de los que oran en Roma; por el otro, lágrimas de dolor caen de los ojos de Nuestro Señor y Señora en esta casa. Entonces pregunto una vez más: "Jesús, ¿qué quieres que le diga a tu gente?" Y siento en mi corazón las palabras
Dile a mis hijos que los amo. Que yo soy la misericordia misma. Y la Misericordia llama a Mis hijos a despertar.
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