Persistir en el pecado

LA PALABRA DEL AHORA EN LAS LECTURAS MASIVAS
para el 7 de abril de 2014
Lunes de la Quinta Semana de Cuaresma

Textos litúrgicos esta página


El Valle de la Sombra de la Muerte, Jorge Inness, (1825-1894)

 

 

ON El sábado por la noche tuve el privilegio de dirigir a un grupo de jóvenes y un puñado de adultos en la Adoración Eucarística. Mientras contemplamos el rostro eucarístico de Jesús, escuchando las palabras que pronunció a través de Santa Faustina, cantando Su nombre mientras otros se confesaban… el amor y la misericordia de Dios descendieron poderosamente sobre la habitación.

Todos éramos pecadores reunidos allí, unos más que otros. Sí, estoy seguro de que hubo muchos como Susana en la primera lectura de hoy: almas hermosas e inocentes que, sin embargo, se arrodillaron ante Jesús con lágrimas en los ojos, atrapadas en el fuego cruzado de las injusticias y los dolores de la vida. Y luego hubo otros, como la mujer adulta del Evangelio de hoy, que de repente se encontraron, como ella, expuestos a los pies de Jesús. Pero el llanto silencioso, las muchas lágrimas que caían, los suspiros apacibles ... era señal de que el Buen Pastor entraba en el “valle oscuro” de las almas, susurrándoles ...

Oh alma sumida en la oscuridad, no desesperes. Aún no todo está perdido. Ven y confía en tu Dios, que es amor y misericordia ... Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata ... No puedo castigar ni siquiera al mayor pecador si apela a Mi compasión, sino al al contrario, lo justifico en Mi insondable e inescrutable misericordia. —Jesús a Santa Faustina, Divina Misericordia en mi alma, Diario, n. 1486, 699, 1146

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. (Juan 3:17)

Pero oro para que no haya ninguno como los dos ancianos malvados de la primera lectura de hoy. Ellos también eran tan culpables como la adulta del Evangelio; la concupiscencia de sus corazones también los llevó al pecado. Pero en lugar de escuchar su conciencia; en lugar de obedecer los mandamientos; en lugar de recibir la "vara y el cayado" que los habría sacado del valle de la muerte, persistieron en su maldad. Y murieron en él.

Si persistimos voluntariamente en un pecado grave; si nos negamos a apartarnos del mal; si ignoramos la voz del Buen Pastor que dice, "Vete, y de ahora en adelante no peques más"... entonces es la Palabra de Dios la que nos dejará desnudos ante el tribunal. Nos condenaremos a nosotros mismos.

Si pecamos deliberadamente después de recibir el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por los pecados, sino una terrible perspectiva de juicio y un fuego llameante que consumirá a los adversarios. (Hebreos 10:26)

¡No se dejen engañar, queridos hermanos y hermanas! Cristo murió a quita nuestros pecados. Pero si nos aferramos a ellos ... los conservaremos para siempre.

¡Así que no tengas miedo de tu pasado! No se desespere por todo lo que ha hecho y no ha hecho. Por ahora, el Buen Pastor está listo para llevarlo a aguas tranquilas y pastos más verdes, para refrescar su alma mientras presenta un banquete de misericordia ante ti y ante Satanás que te condena.

Porque si dejas ir tus pecados ... Jesús lo hará llévatelos para siempre.

No temas a tu Salvador, alma pecadora. Doy el primer paso para llegar a ti, porque sé que por ti mismo eres incapaz de levantarte hacia mí. Hija, no huyas de tu Padre; esté dispuesto a hablar abiertamente con su Dios de misericordia que quiere hablar palabras de perdón y prodigar sus gracias en usted. ¡Cuán querida es tu alma para Mí! He escrito tu nombre en mi mano; estás grabado como una herida profunda en Mi Corazón ... La mayor miseria de un alma no Me enciende de ira; sino que Mi Corazón se mueve hacia ella con gran misericordia ... Ven, pues, con confianza a sacar las gracias de esta fuente. Nunca rechazo un corazón contrito. Tu miseria ha desaparecido en el fondo de Mi misericordia. No discutas conmigo sobre tu miseria. Me complacerás si me entregas todos tus problemas y aflicciones. Amontonaré sobre ti los tesoros de Mi gracia. —Jesús a Santa Faustina, Divina Misericordia en mi alma, Diario, n. 1485, 1739, 1485

 

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